UNO
Un
Último Caso
Seguí paseándome por
las atestadas calles de Nocturnia, abriéndome paso entre las conversaciones
desesperadas y los tratos chungos, entre los condenados y los desgraciados y
todas las almas perdidas buscando algo que pudieran comprar y llamar “amor” y,
allá donde fuera, la gente me saludaba educadamente, con respeto. Seguía sin
estar acostumbrado a eso. John Taylor siempre ha sido un nombre que se ha
pronunciado en esas oscuras calles, un nombre que inspiraba miedo y esperanza y
desaprobación; dada la reputación que me había construido a lo largo de los
años, aceptando casos a los que nadie más se acercaría, era comprensible que la
gente se mantuviese a cierta distancia. Mi reputación siempre ha servido para
infundir terror en los corazones de los infames y para mantener a todos los
demás a una distancia segura, por su propia seguridad. Todavía seguía sin
acostumbrarme a que la gente se me acercase lo bastante para sonreírme
respetuosamente. Seguía queriendo mirar por encima del hombro, para ver a quién
estaban mirando ellos realmente.
Avancé deprisa entre
las calles llenas de gente y los transeúntes se apartaron deprisa para salirse
de mi camino. Al menos podía seguir contando con eso. Las calles… estaban igual
que siempre. Neones calientes a cada lado, tan estridentes como caramelos del
Infierno e igual de perjudiciales; letreros de bienvenida multicolor, para los
idiotas que creían que Nocturnia no era más que un patio de recreo para los que
tuvieran más dinero que sentido común. Oh, también estaban las típicas trampas
para turistas; pero nuestras trampas tienen dientes y un apetito eterno por los
idiotas. Paseé entre comercios de dudosa reputación y casas llenas de pecado,
todas ellas deterioradas y hechas un desastre, pero tan brillantes y llamativas
como el espumillón. Pasé por callejones oscuros, donde figuras aún más oscuras
hacían esa clase de tratos que no pueden hacerse a la luz. Pasé junto a mujeres
lamentándose por sus amantes demonios y por hombres llorando desconsoladamente
por aquellos que se habían ido; pasé junto a niños y niñas mimados con ojos muy
pintados y sonrisas muy, muy frías. Amor a la venta; amor o algo parecido.
Los tenderos invadían
las calles, alineados en el bordillo, vendiendo sus mercancías baratas y
bonitas desde puestos tambaleantes o maletines abiertos sobre taburetes. Eché
algún vistazo aquí y allá, a pesar de no querer hacerlo. Casi todo era la misma
mierda para turistas de siempre. Jarras con forma humana pintadas a mano,
esbozando sonrisas malévolas que lanzaban una advertencia por si a alguien se
le ocurría envenenar la bebida que había dentro. Figuras de Joan the Wad que
garantizaban buen tiempo. Botellas de Cola Lourdes, ¡la de verdad! Y las últimas películas porno de famosos que cada
día lo eran más. O menos. En DVD, Blu-Ray, 3D y 4D. Algunas tan calientes que
sus carcasas sudaban. Y unos cuantos puestos ambulantes de comida, que la
entregaban tan rápidamente que podía causarte indigestión mientras la comías.
¡Rollos
de salchicha con hojaldre! ¡Salchichas al horno! ¡Carne de oso! ¡Pretzels con
un poco de lemmings! ¡Algo moviéndose en un palo!
Los gritos de siempre.
Una vez vi una tarta saltando de su puesto y echando a correr por la calle.
Desde entonces no he vuelto a comer nada de los puestos.
Los tenderos callejeros
ofrecen los desechos y los despojos que llegan a Nocturnia a través de Fisuras
Temporales y puertas dimensionales o de los turistas a los que obligan a vaciar
sus bolsillos y vender todo lo que tengan a cambio de un billete de vuelta a casa.
Artefactos de última tecnología y objetos personales incomprensibles, tesoros y
curiosidades, tanto del Pasado como de cualquier futuro posible. De todos los
mundos que alguna vez hayan existido y de algunos que jamás lo harán. Sin que
casi nunca estén acompañados de un manual de instrucciones, ni de ningún tipo
de fianza ni garantía. Ni reembolso. A discreción del comprador y, por favor,
no lo abráis hasta que no estéis a una distancia segura.
La noche era sofocante
y calurosa, el aire más cargado que nunca. De las puertas abiertas de una
docena de restaurantes étnicos diferentes salían sabrosos olores, lo bastante
fuertes como para que te lloraran los ojos y saltaran chispas al caminar. Todo
tipo de músicas de todo tipo de clubes que no cierran nunca; desde fuertes
saxofones hasta suaves bajos que hacían que te temblaran los huesos. Problemas
en el aire, peligro en la noche, sexo y violencia llamando a todo el mundo. Lo
mismo de siempre en Nocturnia.
(Continúa en lolabits)
¡Genial! Muchísimas gracias y me encanta Lolabits.
ResponderEliminarHola! Yo la conocí no hace mucho y la verdad es que está genial, tiene de todo! En cuanto esté hecho el libro lo subiremos entero, para que sea más cómodo. Un beso y gracias por comentar ^^
EliminarHola, no hay link?
ResponderEliminarHola! No, estamos subiendo los libros a la web de lolabits.es. Iremos subiendo capítulo a capítulo hasta que esté el libro entero y ya lo pondremos completo en PDF. Un beso y gracias por comentar!
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