OCHO
Viejos
Amigos y Enemigos
Y seguí corriendo, con
los talones doliéndome horrores.
Allá donde fuera, la
gente me gritaba de todo. Me tiraban piedras y cosas peores. Algunos tenían
pistolas, otros hechizos. Corrí y esquivé y me escondí, tratando desesperadamente
de encontrar el mejor lugar para esconderme, en toda la puta Nocturnia. se
había corrido la voz por todas partes, a mucha velocidad. Ya había huido antes,
cuando era joven, por múltiples razones, buenas y malas, pero nunca por nada
como eso. Julien Advent era una figura muy amada y adorada en Nocturnia, mucho
más de lo que yo jamás he sido. Siempre me ha parecido más importante que te
temieran; y ahora mi reputación se había vuelto en mi contra, a menuda hora.
No me atreví a usar mi
Fisura Temporal Portátil. Demasiado fácil de rastrear, siendo algo tan
poderoso. Así que corrí.
¿Por qué coño me había
llamado Benway asesino? Estaba justo ahí, vio lo que estaba ocurriendo, tuvo
que saber por qué lo hice. A no ser… que el Rey del Sol se hubiese metido en su
cabeza. Que le hubiese hecho ver lo que quería. Sonreí como un salvaje al
correr, un gesto sin gracia que hizo que la gente se alejara y saliera
corriendo al verme. Las cosas por fin estaban empezando a tener sentido. El Rey
del Sol era responsable de todo lo que me había ocurrido hasta ahora, para
mantenerme ocupado, demasiado pendiente de seguir vivo como para detenerme a
pensar en lo que había planeado. Por eso todo el mundo estaba tan dispuesto a
pegarme, atacarme y perseguirme, cuando normalmente se hubiesen contentado con
mantener la cabeza gacha y seguir con sus asuntos. Me reí al correr, sonando
como algún animal peligroso y la gente se escondió en los portales o en los
callejones, en vez de enfrentarse a mí.
Pasé muchos años
corriendo y escondiéndome de gente que quería matarme, desde los típicos
villanos y gilipollas de siempre, hasta los Horrendos. Esos homúnculos sin
rostro que mis Enemigos del Futuro habían enviado atrás en el Tiempo, para
castigarme por algo que todavía no había hecho. Lo que no te mata te hace muy
ligero de pies y muy difícil de rastrear; y yo corrí por toda Nocturnia,
recuperando mi vieja velocidad y maña. Corrí por las calles llenas de gente,
cruzando por aquí y por allá, empujando la vieja puerta de una tienda enorme,
deslizándome entre la muchedumbre y saliendo por puertas traseras. Las voces
fueron apagándose detrás de mí, encontrándome con nuevos gritos y quejas de
gente a la que no le gustaba que les empujaran. Trepé muros bajos, doblé las
esquinas, siempre en las sombras más oscuras, tomando todo tipo de atajos y
callejones que la gente desconocía.
Y por fin terminé en un
callejón trasero lleno de basura, en alguna parte del distrito del teatro;
apoyando en una pared repleta de posters amarillentos medio despegados,
antiguos anuncios de espectáculos y actuaciones ya pasadas. Respiraba con tanta
fuerza que me dolía el pecho y traté de convencer a mi corazón de que
recuperara el ritmo normal antes de que se me saliera. Me dolía la cabeza,
tenía la cara mojada del sudor y me temblaban tanto las manos que ni siquiera
pude sacar un pañuelo para limpiármela. Estaba haciéndome viejo para esa mierda
de salir corriendo.
Me animé al recordar la
cara del Rey del Sol cuando le tiré la pimienta a los ojos y también cuando Julien
le golpeó en las costillas. Pensando que podría impresionarme con esa mierda de
ser un dios vivo. Había tenido que salir huyendo de la Calle de los Dioses más
de una vez. Y esperaba poder verle la cara de nuevo, cuando le rastrease y me
tomase mi tiempo matándolo. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que
me sentí tan furioso y mi corazón se aferró a esa fría sensación de comodidad.
Vería al Rey del Sol agonizando y muriendo por lo que me había hecho hacerle a
Julien. Tampoco es que Julien hubiese aceptado o querido que me vengase de él;
pero bueno, ya se sabe que él siempre ha sido mejor que yo.
La venganza no es más
que la justicia con dientes.
Me incorporé despacio y
miré a mi alrededor. Todavía no podía respirar sin que me doliera, pero se me
había aclarado la visión y las ideas iban a más velocidad que mi corazón. No
podía quedarme ahí. Me había servido para ganar tiempo y pensar qué hacer
después, pero con tanta gente persiguiéndome alguien acabaría por encontrarme,
aunque fuese de casualidad. Así que desperté mi don y lo usé para encontrar un
modo de entrar a la dimensión del cementerio ligada a la Necrópolis. Enterramos
a los muertos en una dimensión de bolsillo separada, atada muy débilmente a
Nocturnia. Porque, cuando nuestros muertos descansan, preferimos que lo hagan
ahí y que no vuelvan a molestarnos. Me pareció que las defensas y protecciones
mágicas del cementerio me servirían para esconder mi presencia. Y además casi
todo el mundo tiene la suficiente cabeza como para no entrar ahí. No es un
lugar seguro; está hecho para los muertos, no para las visitas.
Centré mi don, encontré
uno de los lugares en los que la dimensión del cementerio se solapa a veces con
Nocturnia y me concentré con más fuerza. Una puerta que no estaba ahí antes y nunca
volvería a estarlo apareció en el callejón, justo al otro lado. Mantuve la
puerta en su sitio con mi don y la abrí con la fuerza de la voluntad. Al otro
lado sólo había oscuridad. Entré grácilmente por ella y la puerta se cerró
detrás de mí.
(Continúa en lolabits)
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