NUEVE
Los
Fantasmas lo Saben Todo
Salir de la Biblioteca
no fue un problema; decidir qué hacer a continuación me llevó más tiempo. Me
escondí en las sombras más oscuras del callejón contiguo a la Biblioteca y
analicé las distintas opciones que tenía. No tardé mucho. Necesitaba hablar con
alguien en quien confiara. Normalmente habría sido Suzie, pero… Metí las manos
en los bolsillo de la gabardina y fruncí tanto el ceño que me dolió la frente.
¿Quién quedaba ahí fuera al que no le hubieran envenenado contra mí, ni se
hubiese dejado influir por el Rey del Sol? ¿Quién quedaba ahí fuera con quien
pudiera contar? Tomé una profunda bocanada de aire, crucé los dedos
mentalmente, saqué el móvil y marqué el número que directamente llamaba a
Cathy.
Usaba su número particular
de emergencias, del teléfono privado que le había dado, por si necesitaba ayuda
después de alguna fiesta excesiva. No tenía la impresión de que pudieran
escucharme por el teléfono, después de todo el dinero que había invertido en
los sistemas de seguridad, pero no confiaba en nada. Cathy tardó bastante en
responder y estaba empezando a pensar seriamente si estaría tardando lo
suficiente para que alguien pudiera rastrear mi posición, cuando al final
respondió a la llamada.
- ¿Jefe? He estado
esperando a que me llamaras, pero esperaba que lo hicieras al número de la
oficina. Siempre dejo este móvil en el bolso, para emergencias. Ahora estoy
aquí, en la oficina, recogiendo. La despedida de soltera se fue al garete
cuando nos enteramos de lo de Julien Advent. Suzie está por ahí, buscándote.
- Ya- dije- Lo sé.
- ¿Estás bien? ¿Estás
herido? Cada vez que alguien me llama para contarme la historia, lo hace de
forma diferente.
- Estoy bien- dije- Yo…
- ¿Dónde estás? Iré a
buscarte.
- Cathy- dije- No
creerás que he matado a Julien Advent, ¿verdad?
- ¡Por supuesto que no!
¿Hace cuánto que nos conocemos? Reconozco una gilipollez cuando la escucho,
jefe. Nunca has matado a nadie sin motivo de peso. Joder, si hasta yo soy más
mala que tú. Sobre todo cuando me tomo un par de…
No me había dado cuenta
de lo tenso que estaba hasta que Cathy me dijo que seguía creyendo en mí. Sentí
cómo todo mi cuerpo se relajaba poco a poco, a medida que su retahíla de
siempre me llegaba. Si Cathy me hubiera dado la espalda, igual que Suzie, creo
que me habría rendido.
- Encontrémonos…- dije,
pero me detuve para volverlo a pensar. No podía traerla aquí porque no podía
quedarme cerca de la Biblioteca. La gente podría dar conmigo en cualquier
momento o Larry y Tommy Olvido podían caer bajo el poder de nuevo, al salir de
la Biblioteca y dejar atrás sus protecciones. Así que, ¿a dónde ir donde mis
enemigos no pudieran seguirme? Entonces se me apareció la respuesta y sonreí.
- ¿Recuerdas la calle
donde nos conocimos por primera vez?- dije- ¡No pronuncies su nombre!... Pero,
¿la recuerdas?
- Pues claro- dijo
Cathy- ¿Cómo olvidarla? Fue ahí donde me salvaste la vida, de algo que parecía
una casa pero no lo era. ¿Seguro que quieres que nos veamos ahí, jefe? La zona
no ha mejorado mucho, ¿sabes? Allí siguen viviendo cosas realmente salvajes.
- Allí sólo van los que
tienen que ir- dije- Dudo mucho que cualquiera que conozcamos vaya a buscarnos
por esa zona y los pobres infelices que viven en esa calle tienen cosas más
importantes de las que preocuparse que de cotilleos- Aunque quizá les preocupe que haya matado a Julien Advent, pensé,
pero no lo dije.
- De todos modos,
cualquiera que vaya allí a buscarte tendrá que tener mucha suerte para salir
con vida- dijo Cathy alegremente- Te veré en media hora, jefe. Imagino que
necesitarás un medio de transporte para llegar. Lo sabía. ¿Podrás llegar a
tiempo? Por supuesto que sí; eres John Taylor, ¿en qué estoy pensando?
Colgó y yo guardé el
teléfono. ¿Cómo iba a llegar a la Calle Blaiston, que estaba en la otra punta
de Nocturnia, sin que me viera nadie? Seguía sin poder usar mi Fisura Temporal
Portátil. El Rey del Sol o sus preciadas Entidades del Más Allá podrían seguir
el rastro de energía y estarían esperándome en cuanto llegara. Tal vez incluso
se las arreglaran para que mis viejos amigos y enemigos también estuviese allí,
esperando. Me entró un escalofrío al pensar en eso.
Y… tampoco podía
pasearme por las calles, ocultándome entra la gente como alguien más. Mi
gabardina blanca me impedía camuflarme en condiciones. Todo el mundo la
reconocería; formaba parte de mi imagen y mi reputación. Pero tampoco podía
quitármela y tirarla. Tenía muchos trucos útiles escondidos en ella y defensas
muy poderosas que quizá aún necesitase. Pero lo más importante era que no podía
tirarla porque… era mi abrigo. Hacerlo sería como despojarme de una parte vital
de mí. Ni de coña iba a hacerlo. Ya había perdido muchas cosas importantes a
manos del Rey del Sol.
Tenía que llegar hasta
la Calle Blaiston, lo que significaba que necesita transporte. No podía confiar
en los taxis ni en los medios de siempre… Joder, es que no confiaba en ellos ni
en condiciones normales. Normalmente habría gente con la que pudiera contar,
como Chico Muerto y su coche futurista, pero ya estaba en mi contra. También
estaba la Srta. Destino, la aventurera travesti de Nocturnia… pero su
Destinomóvil rosa brillante pasaba menos desapercibido que mi gabardina blanca.
Además, mis enemigos ya estarían vigilando ese coche por si las moscas.
Así que, en caso de duda,
haz trampas. Anduve por el callejón lateral calle abajo, hasta llegar al
siguiente paso subterráneo. La gente ya se había girado para mirarme nada más
dar un paso sobre los escalones de piedra, que daban a la oscuridad. Desperté
mi don y lo usé para encontrar un paso subterráneo en concreto, que estaba en
el otro lado de Nocturnia. Y fue lo más fácil del mundo pasar de uno a otro.
Así que, cuando hube bajado los escalones de piedra, me encontraba en un paso
totalmente diferente, no muy lejos de la Calle Blaiston.
El túnel estaba mucho
más oscuro y sucio de lo normal y apestaba. había cosas que habían muerto ahí
abajo, no hacía mucho; pero algunas no habían muerto lo suficiente. Me moví
rápidamente por el paso, fijándome bien en dónde pisaba. Por suerte respiré por
la boca, aunque no me ayudó demasiado. La mitad de las luces estaban aplastadas
con maldad y premeditación, para ofrecer a las cosas que vivían ahí abajo
ventaja sobre los transeúntes. Y porque hay cosas que sólo pueden hacerse en la
oscuridad.
(Continúa en lolabits)
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