SEIS
Las
Hermanas Más Honradas Conocen al Rey del Sol
He visto muchos muros
impresionantes en Nocturnia. De todo desde el Gran Muro de Porcelana China,
pasando por el Muelle de la Desolación, hasta el Muro de Moebius de la Milla
Asesina, que se rodea a sí mismo. Pero el enorme muro de piedra que rodea el
Jardín Verde de Henge sigue siendo impresionante de cojones. El reloj dorado
nos dejó a Julien y a mí fuera de la pared, en una de las zonas más lúgubres de
Nocturnia. O los viajes se estaban volviendo cada vez menos problemáticos o ya
no s estábamos acostumbrando, porque después de unos momentos de respirar con
dificultad, maldecir por lo bajo y tener el detalle de no mirarnos el uno al
otro, ambos nos hubimos recuperado y estuvimos listos para seguir con el
trabajo.
El masivo muro de
piedra se alzaba ante nosotros, alcanzando los doce o quince metros de alto,
construido a partir de unas grandes losas de piedra unidas perfectamente, sin
que hiciera falta cemento o argamasa para unirlos. Cada bloque estaba tan bien
unido a los demás que no podía meterse nada entre ellos; y teniendo en cuenta
la cantidad increíble de protecciones mágicas que podía sentir en la pared, tal
vez fuese muy mala idea intentar hacer algo así. No había puerta a la vista y
el muro se extendía más allá de lo que alcanzara la vista. Como si alguien
hubiera dicho hace mucho tiempo “en Nocturnia hasta aquí llegarás y no más
allá”. Donde la piedra se unía al suelo había antiguas manchas de sangre esparcidas
por las losas de forma regular, como una línea de marea alta hundida tan
profundamente en la piedra que ya no quedaba ni rastro de rojo en las oscuras
manchas.
Julien estudió
detenidamente las manchas de sangre.
- ¿Crees que esto fue
lo que pasó a los últimos que quisieron pasar?
- No- dije- Esto son
restos de sacrificios humanos. Cuando construyeron el muro se sacrificaron
hombres y mujeres, para que sus muertes y sangre fortalecieran la magia que
protege la pared y para que sus fantasmas permanecieran aquí, ligados al muero,
para defenderlo contra las fuerzas que quisieran echarlo abajo. Viejas
tradiciones druídicas. Gente muy práctica y asquerosa, estos druidas.
- ¿Estás diciendo que
los fantasmas siguen aquí?- dijo Julien.
Miré la pared de arriba
abajo.
- No. Aquí no hay
fantasmas. Alguien los ha echado.
Julien suspiró
suavemente.
- A veces puedes dar
muchísimo miedo, John, ¿lo sabías?
- ¿Sólo a veces?- dije-
Tengo que esforzarme más.
Julien se estaba
fijando mucho en la zona tan poco salubre a la que habíamos ido a parar. Los
edificios estaban oscuros y decrépitos, con ventanas tapiadas y puertas
colgando y sin apenas farolas que iluminaran las calles. Sombras oscuras por
todas partes; con gente de aspecto andrajoso escondiéndose en ellas. Unos pocos
valientes estaban acercándose a las tenues farolas para fijarse mejor en
quiénes habían sido lo bastante idiotas como para adentrarse en su territorio.
Otras cosas, que pudieron o no haber sido humanas, pero que en ese momento sólo
parecían seres hambrientos, se movían entre las sombras y callejones.
- En ocasiones como
ésta me gustaría seguir llevando encima mi bastón de estoque- dijo Julien- ¿No
podías habernos dejado dentro del Jardín?
- Quizá- dije- Pero no
quería hacer enfadar a las Hermanas Honradas que dirigen este sitio. Siempre
cabe la posibilidad de que sean druidas de la vieja escuela, de esas que te
queman vivo en un hombre de mimbre gigante o te clavan las vísceras a un viejo
roble antes de obligarte a dar vueltas a su alrededor. Vamos a necesitar su
colaboración, así que estoy siendo educado. Cuando era investigador privado
nunca me preocupó demasiado serlo, pero ahora que soy Walker… es mucho más
difícil ser más directo con la gente en público sin que se fijen en ti. Además…
- ¿El muro tiene defensas?-
dijo Julien, manteniendo un ojo fijo en la fauna local.
- No te imaginas
cuántas- dije- No puedes sacrificar a tanta gente en un mismo sitio y no
esperar tener problemas. Puedo sentir tanta magia por aquí que podría atarte
los intestinos en nudos marineros y mandar de una patada a tus huevos al lugar
de donde salieron. Una y otra vez. Así que creo que vamos a tener que ser muy
pacientes y educados… hasta que ya no me importe una mierda nada. En teoría
tiene que haber un nicho por aquí, con una campana…
- ¿No puedes usar tu
don para encontrarlo?- dijo Julien.
Le miré con severidad.
- Me da la impresión de
que quizá el Jardín se tome eso como una ofensa o un intento de entrar a la
fuerza. En cualquier caso, si le cabreo puedes apostar a que el nicho desaparecerá
en un momento.
- ¿Y si no encontramos
modo de entrar?- dijo Julien- Algunos de estos caballeros de malas pintas se
están acercando demasiado a nosotros, para mi gusto.
- Sígueme- dije- Mantén
la cabeza alta; pueden oler el miedo. Y no te acerques demasiado al muro. Quizá
muerda.
Anduvimos
tranquilamente junto a la pared durante un rato, los dos haciendo todo lo
posible por parecer confiados y peligrosos. Julien daba más el pego que yo, con
su enorme capa ondeando detrás de él. Aunque yo estoy más acostumbrado a ser
escurridizo y peligroso. Algunos de los seres más hostiles del vecindario se
movieron junto a nosotros, pegándose a las sombras y manteniendo una distancia
segura. Se movían más como animales que como cualquier humano, sus ojos brillando
con fuerza en la temblorosa luz. No tardé mucho en encontrar el nicho,
construido en la pared, fijándome en que mediría casi dos metros de espesor. ¿A
qué le temerían tanto los que construyeron ese muro, para querer mantenerlo
fuera con tantas ganas? ¿O qué necesitaban proteger dentro del Jardín?
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