CUATRO
Una
Última Noche de Libertad
Obligado, acepté hacer
mi despedida de soltero en La Extraña Pareja, bajo el pretexto de que
hiciéramos lo que hiciéramos allí no saldría a la luz y que, por muchos
problemas que al final hubiese… nadie lo sabría. Es esa clase de bar y lo será
así durante siglos. La fiesta ya había empezado para cuando yo hube llegado,
por haberme retrasado al pasarme por el Baile de la Eternidad y ya había
alegría y diversión por doquier, totalmente descontroladas. El bar estaba lleno
de clientes de dudosa reputación y yo bajé los pesados escalones de metal,
hacia el gran trozo de piedra que conformaba la barra propiamente dicha. No
podía creer que conociera a tanta gente. O que, al menos, hubiese tanta gente
que no quisiese matarme. Había amigos y enemigos y un gran número de personas
que había sido o uno u otro o los dos a la vez, muchas veces a lo largo de mi
vida. Así es Nocturnia. Todos parecían llevarse bastante bien con los demás. Es
lo que tiene la bebida barata y que no haya hora de cierre.
La gente me sonrió,
saludó con la cabeza y hasta con la mano, mientras me habría paso entre los
demás, pero nadie dejó de beber ni se acercó a hablar conmigo, lo que me
pareció bien. Nunca me han gustado las muestras públicas de afecto y los abrazos
y besos me ponían nervioso. Además, seguía bastante sensible por haber usado en
exceso mi don. El agujero derecho de la nariz me había dejado de sangrar
después de ponerle medio cubo de hielo, pero la cabeza seguía doliéndome mucho
y mis huesos crujían y protestaban con cada movimiento. A veces me pregunto de
qué lado está mi don.
Llegué a la larga barra
de madera y me apoyé en ella con pesadez y el camarero me miró fijamente. Hasta
en mi fiesta de despedida profesional y de soltero Alex Morrisey se había
vestido de negro, con sus gafas oscuras y su boina de diseño. (Echada
cuidadosamente hacia atrás para ocultar su incipiente calvicie. Aunque no
engañaba a nadie). Alex no iba a permitir que algo como una fiesta llena de
diversión y buena voluntad le impidiera seguir siendo una mosca cojonera
pesimista y un grano en el culo de primera. Alex podría competir en las
Olimpiadas y aun así conseguir el bronce por pensar que lo habían tratado mal.
Me miró fijamente y bufó.
- Por Dios bendito,
mira cómo estás. La gente normalmente espera al final de su despedida para
tener ese aspecto. Sólo tú podrías pasar tu última noche de libertad pareciendo
algo que un gato acabase de vomitar.
- No te preocupes por
darme una bienvenida en condiciones, Alex- gruñí- Creo que prefiero que me
anime algo un poco más industrial.
- Nunca te he conocido
de otro modo- Alex sacó una polvorienta botella de debajo del mostrador y la
golpeó un par de veces en la barra, en un vano intento de que el contenido se
asentara. Entonces vertió un par de dedos de un licor rosa y espeso en un vaso
y me lo tendió- Prueba esto. Lo reservo para las cogorzas apocalípticas. Se
llama Aliento de Ángel.
Miré sospechosamente a
la bebida.
- ¿De verdad es…?
- No, por supuesto que
no. La publicidad no engañosa nunca se ve por Nocturnia. Esto sólo se llama
Aliento de Ángel porque, si supieras lo que realmente es, no lo tocarías ni
aunque te apuntasen a la cabeza con una pistola. De hecho, es mucho mejor así.
Ahora date prisa y bébetelo antes de que empiece a rebosar el vaso. Ya pensarás
luego en su delicioso sabor.
Me lo bebí de un sorbo,
haciendo todo lo posible por tragar. Tenía un ligero toque a algo parecido a la
naranja, seguido de lo más vil y asqueroso que jamás hubiese probado. Y he
probado de todo. Mis papilas gustativas explotaron de miedo y asco, toda mi
boca tembló de miedo y lágrimas de pura afrenta se mes escaparon de los ojos,
antes de que los párpados se me cerraran con fuerza para protegerse. Me agarré
a la barra con las dos manos, haciendo ruidos de angustia. Cuando tengo
pesadillas terribles, ése es el sabor que me dejan. Cuando al fin fui capaz de
abrir los ojos de nuevo, Alex estaba esperando educadamente con un vaso de Coca
Lourdes. Se lo quité de las manos y me lo bebí sediento. Ayudó. Cuando al fin
dejé el vaso en la barra, me sorprendió descubrir que volvía a ser humano, sin
dolores ni ardores. Aunque no estaba seguro de que me hubiese merecido la pena
pasar por aquello…
- Venga- dijo Alex, con
suficiencia- ¿No irás a armar un escándalo de narices por un sabor un poco
malo?
Pensé en ello.
- No- dije muy
firmemente- Tengo la mitad de las papilas gustativas en carne viva todavía y la
otra mitad está amenazando con poner una demanda por estrés postraumático.
(Continúa en lolabits)
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